Lo mágico de cada relación

Las personas van pasando por nuestra vida, disolviéndose en el olvido para permitirnos el presente, como si las capas del tiempo no tuvieran preferencias y tratasen a todos por igual. El tiempo, sin embargo, no puede enterrar la esencia de lo vivido. No tiene fuerza suficiente para ocultar las huellas que quedaron marcadas en nuestro ser. Quien amó, nunca olvida que amó. Tal vez olvide a quién, pero en sí permanecerá para siempre, como una huella imborrable en su historia, ese sentir que le transformó en una persona mejor.
En alguna ocasión me pregunté si realmente amé, y todas mis relaciones desfilaron por la pasarela de la memoria, vistiéndose con mis miedos, dudas, desaciertos y una amplia gama de sensaciones. Quizá lo mágico de cada relación es que nos ayuda a madurar y convivir con nuestras propias emociones, para, finalmente, dejarnos frente a la verdad del amor. Amor desnudo y tan completo al mismo tiempo. Amor sin justificaciones, ni disculpas, ni condiciones. Amor sin miedo ni atrevimiento.
Seguro es que olvidamos. Con certeza que también nos olvidarán. Pero cómo arrancar de nuestro ser el hecho de haber amado aunque sólo haya sido por un momento. Acaso ese instante fugaz e imparable sea el único paso importante en nuestra evolución. Quizás al permitirnos la fusión con algo más allá de nosotros mismos le damos significado al motivo de nacer. Toda una vida para un instante. Días, años, sucesos, movimientos, tareas, y, al final, quizá sólo viniéramos a por momentos de comunión, y tal vez sea lo único que nos llevemos. Fusión que no es una idea ni un recuerdo, sino algo real que, por haber sido vivido en un presente real, nos sacó del mismo tiempo, de las mismas palabras, traspasando incluso la consciencia. Algo que siempre estuvo ahí incluso antes de la misma consciencia de haber existido… // Extracto del libro Girasoles al Amanecer

Publicado por

Angela Castillo

Aprendiza de Poeta Maga