Semillas de un Sueño

Sobre el término de la soledad, una amiga lo nombró hace un tiempo y lo sentí vinculado a mí. No como persona huraña, hostil, escapista, indiferente, extraña, sino como un ser libre que escoge una línea con dos puntos de referencia, uno de partida y otro de llegada, términos que se confunden constantemente para crear el detonante de la curiosidad. Dilema de la duda. Ella situó a la soledad colindando con la pereza y, no obstante, yo la viví como un dejarse caer hacia el fondo sin oponer resistencia alguna. Allí donde se pierden las largas extremidades de la dualidad, donde no existe lo profundo o elevado, lo bueno o malo, lo masculino o femenino, me encontré con lo que hay, o sea, nada. Y cuando acepté el gran vacío, logrando descifrar su clamor, supe que es allí donde se fabrican los sueños, donde nace el deseo que luego nos empuja a resurgir con un vigor diferente. Una fuerza que lo es porque se proyecta despreocupada de cuanto se interponga en su camino, sin que nada a su paso la frene, porque proviene de la nada y sabe que se enfrenta a la nada. Nada hay que perder, nada a lo que aferrarse. Todo es un juego en el que la nada se distrae soñando el universo de las cosas.

Extracto del libro Semillas de un Sueño

Publicado por

Angela Castillo

Aprendiza de Poeta Maga