Día del Libro

Recuerdo hace muchos años cuando escribía cartas con el pulso de la mano, notando como si todo el sentir de mi corazón se extendiera en la tinta del bolígrafo, desparramándose en esos renglones empeñados en torcerse hacia la esquina superior del folio. Tantas emociones temblorosas que quedaron grabadas en cada correspondencia… Me acuerdo que luego hice una plantilla con líneas rectas para ponerla debajo del papel y así le gané la batalla a las curvas, viajando las palabras con más seguridad por la superficie de la página. Ahora que lo pienso, es como si mi naturaleza esencial no entendiera de líneas rectas, pero finalmente hubiera sido encauzada en la rectitud de la línea. Más ilustra esto que comento cuando vino el ordenador y quedó resuelto para siempre el asunto de la exactitud en el trazado. El pulso pudo relajarse definitivamente pasando el relevo a la punta de los dedos que a su vez aprendieron a traducir en pulsaciones rítmicas el flujo de cada emoción emergente.

Después de tantos años y tantas páginas escritas, las que están publicadas y las que siguen almacenadas en los archivos del ordenador, viene en estos tiempos la naturaleza esencial (la voz que sobrevuela el papel o lo traspasa) a rescatar sus dominios, sobreponiendo la palabra viva a la palabra impresa. Toma mi garganta la pluma cuando ve un corazón receptivo, cual si fuera éste una invisible página blanca, y escribo en el aire, en el instante real de cada encuentro, palabras nacientes, temblorosas a veces, con sus curvas y relieves.

No habrá estanterías, ni encuadernaciones, ni títulos, ni autógrafos para estos capítulos dinámicos, expresados en tiempo presente, y, sin embargo, cada año hay un Día del Libro celebrado donde puedo mostrar las frases que se empeñan en salir de la rectitud de la línea para cantarle al viento la dicha de cada reconocimiento, la alegría de haber encontrado por un instante esa magia compartida que le dio a las palabras razón de ser y también libertad al ser.

Lecturas

(…) En las calurosas y largas tardes de verano, hasta el aire hace la siesta en la casa de las golondrinas. El tiempo se detiene, la brisa se demora, los pájaros enmudecen sobre las ramas quietas de los árboles frutales… La luminosidad veraniega realza las formas y aviva los colores. Sólo el rosal que nadie mira pone su tonalidad mustia, aunque a nadie le pase desapercibida la fragancia que a ratos exhala sobre el entorno. Ha sido plantado en un rincón sombrío del soportal de la casa, donde las ramas espinosas se estiran hacia la claridad de los rayos del sol, que apenas las rozan.
– Abuela, ¿por qué crece tan desgarbado este rosal?
– A veces, cielo, no es por capricho lo que vive torcido y desgarbado, más bien es que el rosal está buscando la luz que nunca le ha tocado…
Extracto del libro Los Ojos de la Noche

Los Ojos de la Noche

(…) Hay recodos donde las aguas se quedan como dormidas, sin movimiento. Se detienen un rato a soñar en la inocencia de dos almas sin heridas que cantan a la orilla del río. Todo el cauce se estremece de emoción y saltan chispeantes las gotas cuando esos dos niños juegan a encantarse. La magia de las relaciones conecta el latido de esos dos corazones trovadores con las aguas que fluyen en el recorrido de sus días. Llueven las lágrimas, piensan las nubes, silencio en las gotas de rocío, y ríen los chapuzones en el giro incansable de las estaciones. En la memoria de las aguas, indiferentes a los avatares de esos pies que caminan por las horas del tiempo, se gesta el reencuentro de dos ríos que han de fundirse en una sola corriente… Extracto del libro Los Ojos de la Noche

Un abanico loco de plumas

Tengo que agradecer a un amigo que me haya invitado a descubrir a Cortázar. La única reseña que tenía de este autor es un libro que me regalaron hace años: Historias de Cronopios y de Famas. Por entonces todavía no se disponían mis plumas a hacer abanicos locos, o estaba demasiado ordenada mi locura para entender el mundo como ese “ladrillo de cristal” en cuya tarea de ablandar (para abrirse paso por la “masa pegajosa”) se afanó el perseguidor de lo fantástico (Cortázar) en el recorrido de esta obra. En el paseo rápido que hago ahora por sus relatos cortos compruebo que ha tomado vida “la esperanza sedentaria que se deja viajar por las cosas y los hombres, y es como una estatua que hay que ir a ver porque ella no se molesta”.

Como una figura atrapapolvos, indiferente en el estante de los libros, ha esperado durante años esta pequeña guía para locos, dispuesta siempre (como toda creación artística) en la tarea de pasar el testigo al lector: No hay conquista de la que pueda alardear ninguna conciencia actual pues siempre hubo expedidores que se aventuraron antes en esos espacios inéditos del “otro lado” donde algunos buscadores extraviados intentan encontrarse… ni hay soledad cuyo grito al vacío no le haya sido devuelto en el eco de una soledad más sola… ni tampoco hay locura desnuda que no haya tejido su traje con retazos de sentido propio, impermeable y resbaladizo (a ser posible) para no quedarse adherida a la “masa pegajosa” del sentido común.

Hace tiempo que no me atrapa una lectura más de cuatro párrafos seguidos, quizá por esto mismo me ha dado tanta alegría ver desperezarse mi curiosidad en esta pequeña recopilación de relatos. Y es que hoy he podido apreciar lo que todavía no estaba preparada para «ver» hace años, cuando el libro me fue regalado. La magia duerme en cada criatura literaria a la espera de que el lector transite la esencia de esos espacios descritos, pudiendo así despertar, acercar a «este lado» de la realidad, un paisaje latente por detrás del horizonte hacia el que dirigimos la mirada.

La «esperanza sedentaria» hace un giro mágico despertando de su indiferente quietud para viajar por las páginas cotidianas y tallar un guiño en sus ojos de estatua, una señal indicadora en el camino: Sigue adelante. No te preocupes si dejaste detrás algo sin resolver: una disculpa sin justificación, dos libros sin leer, tres propósitos sin concretar, cuatro verdades sin conformidad, mil preguntas sin responder… sea lo que sea vendrá a tu encuentro en el momento oportuno, ya que todo eso camina (se transforma) aun si tú no caminas, aun por otros derroteros dormidos en tu conciencia, aun con formas distintas.

Y, finalmente, re-conocer el re-encuentro es aceptar que el trayecto puede convertir las alas del pajarillo que ayer cantaba en tu ventana en un «abanico loco de plumas» que hoy te airea el corazón y zarandea a tu risa de su reposo.

Leerte

Son momentos de magia al leerte.

Te leo desde el silencio y me escucho en el rumor de tus paisajes.

Es lectura por los contornos de las letras y también por las profundidades.

Te leo con amor, por decirlo con pocas palabras.

Y es amor que crea una familia de muchos nombres: reconocimiento, admiración, empatía, afecto…

Nada que discrepar de tus enfoques.

Es mágico leerte porque no veo diferencia entre lo que dices y leo.

O, por decirlo con otras letras, tus páginas despiertan lo que ya estaba escrito en mi silencio…

Editorial Abelia

Buenas noticias en estos comienzos de mayo, mes de las flores.

Hoy es un buen día para agradecer a la Editorial Abelia por renovar el rostro de Girasoles al Amanecer, insuflándole nuevo impulso…

En el interior de sus páginas permanece intacta la fuerza, magia y comprensión de una vivencia transformadora… 🍀

Y dando unos pasos hacia atrás, os cuento que, desde el comienzo de mi trayectoria literaria, Nathalie Nascimento trabajó de forma desinteresada en el diseño gráfico, maquetación e ilustraciones de mis libros publicados. El sello de su amor y creatividad quedó impreso en cada uno de ellos y, más allá de los colores y formas, ahí seguirá impreso por siempre jamás… ¡Gracias de corazón, Nathalie!

Editorial Abelia

El olor de los libros

Hay recuerdos imborrables en mi niñez que se anteponen, así como la hierba aflora infatigable entre las grietas del cemento, a capas y capas de vivencias acumuladas en la memoria. La escarcha que cubría el olivar en los invernales fines de semana, el almendro vestido de blanco para recibir a la primavera, el olor a tierra mojada tras la tormenta veraniega, las hojas de otoño caídas en la vereda que conducía al colegio…

Misterio de inocencia y sencillez, el que se percibía en una flor, en un paisaje, en el transcurrir de los ciclos escolares.

También recuerdo el olor de los libros de texto desparramados sin orden ni concierto en la mesa de estudio, y el tacto de aquéllos otros que apilaba como un tesoro en la estantería de mi habitación. En mi mente adolescente, la literatura abrió una ventana a la que, sin que nadie me lo impusiera, quise asomarme para aprender a mirar otros paisajes, a oír otros pensamientos, a imaginar otras historias. Fueron esas lecturas las que entretejieron sueños de un mundo mejor y el interrogante de cómo soñarme a mí misma para ocupar un lugar en él. Ansias por conocer y conocerme, dudas. Y también certezas que después hube de conjugar en el tejido de mi propia existencia…

En el Día del Libro

Las palabras no pueden reunir, en todos los libros escritos y por escribir, el conjunto de lo que piensa, siente y vive el mundo que las escribe y recibe. Y es que son inalcanzables para las palabras las cosas que señalan.

Pero si pongo ahora un hilo a todas mis palabras escritas, un hilo como el que hace volar una cometa y da camino al viento, el trazo señala la alegría de haber alcanzado una receptividad, un sentir, una geografía en el corazón del lector…

¡Gracias por solicitar mis libros, Corazones!…

No dije adiós…

No dije adiós porque el alma nunca se despide.
En ella queda el saber y la confianza del reencuentro.
Tal vez en estas tierras, quizá en otros universos;
tal vez con estos ropajes,
o quizá llevemos otros cuerpos, otras formas,
otros rostros…
Yo sé que en algún lugar nos miraremos de nuevo
y sabré reconocer esos ojos,
aun sin acordarme de aquellos que me vieron antes,
aun sin saber cuántos paisajes compartimos…
Extracto del libro Girasoles al Amanecer

Entre lo sutil y lo concreto

Puedes vivir en equilibrio entre el mundo sutil y el concreto, pues ambos se sostienen en la misma Mirada. Ahí estás tú, en el perfume y en la flor, surcando senderos con la sensación de que infinitas mariposas aletean en los cielos de tu corazón, y, claro, es normal que tu razonamiento quiera atraparlas entre sus muros. Ahí ha estado siempre el asunto, dentro o fuera de tus muros. Pero ahora que has descubierto la unidad, sabes que ambos hemisferios pueden coexistir en armonía. Ya no quieres flores sin perfume ni tampoco fragancias sin jardín… // Extracto del libro Los Ojos de la Noche

Palabras pretenciosas

Acaso en mi obra sean las palabras demasiado pretenciosas en su intento de señalar la unidad -que a su vez señala tantas roturas en lo fronterizo de la experiencia-. Y es que a veces la distancia que nos separa puede convertirse en un abismo que produce vértigo, o un simple hueco imposible de colmar, o una grieta que nos provoca el desgarro… Alguna vez es la insatisfacción que despierta, o el letargo de la satisfacción acostumbrada.
¿Son demasiado osadas las palabras al saltar, colmar o unir? Quizá parezcan utópicas al situar las imágenes por encima de los procesos, teniendo en cuenta que no hallé la forma de eludir mis propios procesos, culminen éstos, o no, en la belleza de dos lados contrapuestos que se abrazan.
Pretenden algo, sin duda, las palabras que eliminan abismos sobrevolándolos, cosen fisuras en lo sutil, colman el hueco con el intento. Luego cada cual experimenta su proceso vital, pero las palabras siguen en el aire, se respiran, alientan, y algunas nos recuerdan, cuando estamos muy lejos, que no hay distancia donde todo está unido, ni hay nada que alcanzar porque todo -el otro también- está aquí, en ti …

La intimidad de la página

Más allá de los géneros literarios, busco la intimidad de la página, el susurro de la medianoche, ése que me hace meditar en las cosas que nunca nos planteamos a la luz del día, cuando otros asuntos acaparan nuestra atención. Más aquí de cuanto sucede afuera, encuentro ese espacio en el cual escritor y lector intercambian sus roles; de tal manera que, quien escribe, está leyendo desde otro nivel, y, quien lee, reescribe su forma de ver, sentir, escuchar…

Lectores y escribientes

El lector viaja en el silencio de la página, conducido por un hilo mágico que sostiene las palabras… Pienso ahora que quizá el silencio como respuesta sea el territorio donde yo misma haya de decidir sobre todo cuanto he escrito. Y es que he descubierto en mí todas las respuestas que el mundo me pueda ofrecer. Todas las miradas de todos los lectores están incrustadas en mis ojos y puedo comprender, o no, a través del mismo arquetipo del Lector. Yo misma, desde mi propia fe o desde mi propia incertidumbre, colmo el silencio de lecturas claras, indiferentes o confusas… Entonces, contemplándolo desde su anverso, habré de reconocerme también en la Escribiente, y no por los libros vendidos (tan pocos en mi caso), sino por la fe y el compromiso que esta Voz siente en que es posible transformarse al despertar la belleza y el entendimiento dormidos en las palabras…

Frases Flecha

En realidad, cuando nos encuentra la Palabra, no es tan importante la temática a tratar, sino darle acogida a una información energética que cada cual interpretará en su propio entendimiento. Hay frases que adormecen, otras que generan discrepancias y están aquéllas que son como flechas lanzadas al otro hemisferio del cerebro. Son éstas últimas las que despiertan algo que allí dormía, y algo se estremece en tu interior cuando de pronto entiendes, de pronto lo ves, de pronto toma sentido el sinsentido de la vida…

Al límite del espejo

En todos los libros palpita el conocimiento, aunque lo que se relate en ellos siempre nos parezcan sorbos de una verdad que nunca acabamos de absorber por completo. Los paisajes de la mente van poblándose en esos viajes que realizamos a través de historias novelescas, del cuento y su moraleja, de la poesía y su exclamación, o del discurso filosófico de un pensador que abre interrogantes en la mente dejando un trazado, un mapa, a la ruta vital y particular. Porque es en el otro libro, en el Gran Libro de la Vida, donde finalmente toman sentido los dichos que almacena el recuerdo o las exclamaciones que atesora el sentir más profundo; donde por fin se va desplegando la respuesta a esa pregunta esencial que nos lanza a la existencia una y otra vez. ¿Quién soy yo?

Luego, en algún momento, llega el momento en que las cosas se dan la vuelta. Algo así como si alcanzaras el límite del espejo y te toparas con el otro lado de la imagen. Es lo que veías, pero al revés. Y sucede entonces que empiezas a leer en la experiencia y es ésta la que va entretejiendo tu propia novela, y los límites de tu realidad ya no son las fronteras de tu comprensión, sino que confías en un paisaje que, aun difuminado, va tomando forma en los rincones inexplorados del ser, allí donde no alcanza el entendimiento pero anida tu sentir más hondo. Y es entonces cuando la página donde leías o escribías ya no está hecha de papel sino de aire fresco en el ocaso, de mentes abiertas a la nueva luz que asoma por el horizonte, de corazones que le cantan su poema al día y a la noche…

Referentes en la Lectura

En la más remota Antigüedad, el analfabeto primero no sabía leer ni escribir, pero sabía contar. Era el depositario y transmisor de la tradición oral y, por lo tanto, el inventor de los mitos y leyendas. Las culturas de todos los tiempos tuvieron deseos de contar sus vidas y experiencias, así como los adultos tuvieron la necesidad de transmitir su sabiduría a los más jóvenes para conservar sus tradiciones y su idioma, o para enseñarles a respetar las normas ético-morales establecidas por cada pueblo, ya que los valores del bien y del mal eran representados por los personajes que emergían de la propia fantasía popular. Es decir, en una época primitiva en la que los hombres, por vía oral y de generación en generación, se transmitían sus observaciones, impresiones o recuerdos, los personajes de los cuentos eran los portadores del pensamiento y el sentimiento colectivo. De ahí la importancia de los cuentos que leemos a temprana edad –cuando aún somos analfabetos en el vasto océano de saberes que luego habremos de asumir o rechazar–, puesto que son esos seres extraordinarios los que dejarán en nuestra alma el referente más puro y nítido de valores, sentires y cualidades que cada cual desarrollará a lo largo de su existencia. No cabe duda de que es en esas primeras lecturas cuando, atrevimiento y miedo, malicia y nobleza, traba e ingenio, encarnan las imágenes que por siempre animarán el Gran Cuento que dejaremos escrito en nuestra historia particular y colectiva.

De los incontables libros que he leído en el transcurso de mi vida, apenas si recuerdo títulos, tramas, ni autores, pero sí permanece nítida en mi memoria la emoción que sentí ante el primer cuento que me hizo llorar. Fue aquél que desató un nudo en mi garganta y a través del cual la palabra escrita me transmitió, por vez primera, un sentir ajeno en una imagen que hice mía. Sucedió antes de cruzar la franja que separa la niñez de la adolescencia y aún puedo rememorar los estantes de la antigua Biblioteca del pueblo, donde tomé prestado el libro, o el color amarillento de sus páginas desgastadas por el tiempo y también, quizá, por otras lágrimas que me precedieron.

Esta fábula en particular describía la historia de una loba cuyo instinto le apremiaba a salvar a sus crías del acecho de la más peligrosa de las sombras: el águila revoloteaba en el cielo buscando su almuerzo. La madre salvó distancias y pruebas desplazando a su camada, así como mejor pudo, por la espesura del bosque, sin detenerse hasta que cada uno de sus hijitos quedó en lugar seguro. Sin embargo, para mi propia desolación, no logró salvar al último de sus lobeznos.

Hoy sé que el narrador de esta fábula no pretendía hacerme sufrir gratuitamente, sino mostrarme con suavidad la desgarradora lucha de supervivencia que la fauna manifiesta en los bosques. Poco sabía yo por entonces que, con el devenir del tiempo, en los bosques de mi vida seguirían anidando la fragilidad, el amor protector, la sombra del acecho, la voluntad, el laberinto de la duda, el miedo… y todas las emociones que despertaron en mi infancia, mientras leía este cuento.

Hoy, mirando hacia atrás, sé que han sido aquellas primeras lecturas las que dejaron una impronta imborrable en mi desarrollo como persona. Y creo que fue porque realmente yo me creía el cuento. Lo vivía con todo mi ser. Amé los libros desde el comienzo y en mí sigue viviendo la esencia de esos personajes que encarnaron la ternura, la tenacidad, la fuerza, la sabiduría, las ganas de creer en lo increíble, la necesidad de comprender lo diferente… Al final todo son disfraces que el Amor adopta para amarnos. Lo fácil para el adulto es eludir la existencia con explicaciones, justificar esa alternancia de felicidad y miedo que expresa el ritmo natural de lo que uno va siendo. Lo difícil es que en el trayecto no te pierdas, que contigo siga caminando ese niño errante y sin malicia que busca su porción de suerte…

El grito acallado

“El problema de mi vida me anonada más cuanto más pienso en él. Quiero ser algo en el mundo, cultivar un arte, vivir de mí misma. El desaliento me abruma. ¿Será verdad, Dios mío, que pretendo un imposible? Quiero tener una profesión, y no sirvo para nada, ni sé nada de cosa alguna. ¡Esto es horrendo! Aspiro a no depender de nadie, ni del hombre que adoro. No quiero ser su manceba, tipo innoble, la hembra que mantienen algunos individuos para que les divierta, como un perro de caza; ni tampoco que el hombre de mis ilusiones se me convierta en marido. No veo la felicidad en el matrimonio. Quiero, para expresarlo a mi manera, estar casada conmigo misma, y ser mi propia cabeza de familia. No sabré amar por obligación; sólo en la libertad comprendo mi fe constante y mi adhesión sin límites. Protesto, me da la gana de protestar contra los hombres, que se han cogido el mundo por suyo, y no nos han dejado a nosotras más que las veredas estrechitas por donde ellos nos saben andar…” – Pérez Galdós

Ha pasado mucho tiempo, y han ocurrido muchos cambios, desde que este novelista del siglo XIX permitiera que el grito acallado de las mujeres de antaño hiciese eco en el devenir de la historia. He de reconocer que la fuerza de esta voz resonó también en mi desarrollo personal y, sin embargo, nunca me identifiqué ni tampoco me he implicado con el movimiento de reafirmación feminista más allá de gritarle a mi madre, en la adolescencia, por qué tenía yo que hacer la cama y la habitación de mis hermanos, o por qué éstos podían llegar más tarde que yo a casa. Admiro, no obstante, el grito que lanzaron otras féminas fuera de los tabiques del hogar, y cuya persistencia logró abrir las puertas para que la mujer pudiese elegir dónde y cómo quería desarrollar su expresión vital; lo admiro y lo agradezco puesto que, sin los cambios que ellas propiciaron, las veredas seguirían siendo estrechitas para unos y para otras…

DSCF8211a¿Y qué grito, o de qué mujer, arrojaría Pérez Galdós en nuestros días? En el transcurso de mi existencia me he relacionado con mujeres que se asemejan al hombre, y con hombres que abanderan el modelo de la mujer. En la eterna danza de energías primordiales que se contraponen y abrazan al son de una misma música, que es la vida, he visto la ternura en los ojos de un padre y la autoridad en la mano educadora de una madre; he trabajado con directivas agresivas empeñadas en hundir a la competencia y con empleados sumisos que, resentidos y humillados por el
despotismo de sus jefes, descargan su ira contenida en el hogar; he visto llorar a un amigo por un desamor y, anteriormente, he pasado horas escuchando las DSCF8208artimañas que mi amiga urdió para conquistarle… Después de tantas miradas sujetas al prisma hombre-mujer, cocina-despacho, cromosoma X-Y cromosoma, me interesa más la esencia masculino-femenina equilibrándose en cada persona. Busco referentes en el ser humano que evoluciona hacia la completud, y sé que para ponerme en el camino de alcanzarla, tengo que comenzar renunciando al rebaño de mis hábitos, en el hogar y en el trabajo, pero, ante todo, en esos pensamientos ajenos que se piensan a través de mi cabeza.

Si un@ se para a pensar en sus revoluciones cotidianas y particulares, siempre llega a la conclusión de que acaba poniéndose el traje que antes rechazaba. Y es que, en el fondo, tod@s somos quijotes-soñadores buscando a su dulcinea-real, o sanchos-prácticos que finalmente despiertan en un sueño-quijotesco.  Por eso no me interesan los roles que niegan lo opuesto, me interesa qué es lo que me afirma desde adentro cuando todo se derrumba a mi alrededor… Y este ¡sí! es el grito que hoy me anima a seguir planchando, creciendo, cocinando, aprendiendo, tejiendo sueños, o bailando en la plaza del pueblo.

LOS OJOS DE LA NOCHE en La BIBLIOTECA MUNICIPAL DE ALMEDINILLA – Córdoba

Dentro del Programa de Actividades en conmemoración al Día de la Mujer // Lectura del Manifiesto por el Día de la Mujer Trabajadora a cargo de María José Córdoba, concejala de Asuntos Sociales // Presentación a cargo del escritor José Manuel Muñoz Serrano

Amor por los Libros

Quizá porque esta semana seremos hiperflechados por Cupido, me he acordado esta mañana de la primera diana que hizo el arquero en mi vida, allá en la primera adolescencia. Lo confieso. Me enamoré perdidamente de los libros. Los devoraba. Sólo quería estar en sus páginas, vivir entre sus líneas, que nunca se acabara aquella historia… 
Hay recuerdos imborrables en mi niñez que se anteponen, así como la hierba aflora infatigable entre las grietas del cemento, a capas y capas de vivencias acumuladas en la memoria. La escarcha que cubría el olivar en los invernales fines de semana, el almendro vestido de blanco para recibir a la primavera, el olor a tierra mojada tras la tormenta veraniega, las hojas de otoño caídas en la vereda que conducía al colegio… Misterio de inocencia y sencillez el que se percibía en una flor, en un paisaje, en el transcurrir de los ciclos escolares.
También recuerdo el olor de los libros de texto desparramados sin orden ni concierto en la mesa de estudio, y el tacto de aquéllos otros que apilaba como un tesoro en la estantería de mi habitación. En mi mente adolescente, la literatura abrió una ventana a la que, sin que nadie me lo impusiera, quise asomarme para aprender a mirar otros paisajes, a oír otros pensamientos, a imaginar otras historias. Fueron esas lecturas las que entretejieron sueños de un mundo mejor y el interrogante de cómo soñarme a mí misma para ocupar un lugar en él. Ansias por conocer y conocerme, dudas en la incertidumbre. Y también certezas que después hube de conjugar en el tejido de mi propia existencia…

Soledad…un sol que se da

¿Acaso escribí incontables páginas de necias frases para llegar a la conclusión de que mi corazón no fue quien movió la pluma? Párrafos y párrafos rectificados con tachones, con interrogantes sin cerrar, con exclamaciones dolorosas, con dilemas sin resolver. Frases trazadas con anhelos de supervivencia por salir de un mar lleno de soledad y amor perdido. Sin comprender lo que la vida convirtió en desechos en un instante de confusión. Aquello que un día fue, y de lo que formamos parte los dos, se perdió sin perderse, quedando la sensación de que nunca existió y, sin embargo, sigue flotando en el aire que respiro. Aquel fuego que encendimos quedó sin vida dejándome solamente las cenizas como prueba de su realidad.

…Luego la soledad encogió los espacios, la consciencia, los colores, el mundo, las palabras. Y me dediqué a descubrirla a ella cual si fuera un espejo donde pude mirarme a niveles tan profundos. La soledad se me impuso formando una burbuja hermética que no dejaba pasar a nadie. Acaparadora, celosa, absorbente, de movimientos lentos. Perezosa, ya que su capricho era quedarse, convirtiéndose en una compañera difícil de ignorar. ¡Insustituible! Un sol que se da. A pesar de su silencio logró arrancarme algún grito lastimero cuando me presentó su rostro más cruel. Capaz de guiarme por las sendas oscuras donde flotaba sin rumbo entre la inseguridad y el anhelo. Fue generosa al concederme tiempo para conocerme mejor. Pero, ante todo, se convirtió en mi amiga del alma.

Y después, poco a poco, la soledad rasgó la burbuja haciéndome permeable a la magia de tantas relaciones que vinieron al encuentro. Hasta que por fin se ha despedido diciéndome que llegó el momento de su partida, que se va contenta porque me deja en buena disposición para afrontar la vida, y con las manos abiertas para acoger los regalos que cada presente trae consigo. Y yo no quiero llenar de ausencias ese hueco vacío que ha dejado en mi interior. Quisiera verlo como una página en blanco reclamándome una nueva percepción, un nuevo comienzo. ¡Un nueva pluma para escribir un inesperado capítulo!

Extracto del libro Girasoles al Amanecer

Lecturas

El otro día me decía un amigo, ante la lectura de Girasoles al amanecer, que lo importante es que yo siga escribiendo en la vida, que protagonice el sueño del Espíritu en mi libro personal… Sinceramente, no sé si está realizándose el sueño del Amor en mi vida, o es el apremio de la realidad el que se desvela en mi consciencia… Una vez soñé con ser escritora. Hoy sé que aquéllos que escriben en la realidad son los auténticos escritores, aunque no se denominen como tal. Los que portamos el título no hacemos sino una réplica de la verdad, una copia, una abstracción, un puente entre dos orillas (los puentes sólo son lugares de paso). Y, en la parte que me toca, también lo veo como un invocar en la página de papel el ideal que no siempre sé imprimir en las páginas vitales.
El resultado, sin embargo, no deja de ser un referente para quienes necesitan de un libro donde encontrar otras lecturas de la vida, de sus vidas…